La crisis internacional, que
ahora ha tomado como epicentro a la Unión Europea, sigue profundizando su rumbo
hacia la desarticulación general del régimen capitalista. Tambalean empresas,
bancos, instituciones, gobiernos, legitimidades, certezas y verdades que se
suponían intocables. Se estremecen partidos centenarios y líderes carismáticos
repudiados por los mismos ciudadanos que los acaban de votar. Sorprende con una
respuesta popular cada vez más masiva, contundente, global y ajena al control
de los siempre dispuestos aparatos reformistas, tradicionales y remixados. La
crisis se sucede de manera espasmódica, pega saltos bursátiles, combina
euforias fugaces con profundos desazones; entremezcla la sensación de doblegar
a los indómitos mercados especulativos con el desánimo de aceptar que se trata
de algo mucho más profundo que desarreglos de deuda y bolsas. Desnuda la
fragilidad de lealtades y sociedades que no resisten al más mínimo
estremecimiento bursátil; se muestran los dientes, gruñendo, naciones y
gobiernos que se juraban hermandad eterna…Nunca, en décadas, ha sido tan incierta
y endeble como ahora la arrogancia de eternidad del capitalismo.
En Grecia, un desprestigiado
Giorgios Papandreu, primer ministro social-traidor, acorralado por las huelgas
y la violencia creciente de las protestas y acosado por la intransigencia
usuraria de los acreedores –liderados por Sarkozy y Merckel- ha decidido dar un
paso al costado. Ha convocado a un plebiscito para que sea el enardecido pueblo
helénico quien decida aceptar o no el pliego de rendición –con quita minina de
deuda incluido- , que no otra cosa es el nuevo salvataje propuesto.
Sigue así el camino de
Islandia, donde, después de grandes luchas el pueblo logró un referendo para
decidir si pagar o no la deuda exigida por los bancos ingleses y, por dos
oportunidades consecutivas, masivamente rechazó hacerse cargo de la factura de
los usureros. La noticia sacudió a una ya sacudida economía internacional. No
hubo bolsa que no cayera, no hubo analista que no señalase que Grecia se iba
del euro, que los acreedores no iban a cobrar nada y, hasta hubo quienes
profetizaron –en el previsible caso de que triunfase el NO! en esa elección- la
necesidad de una intervención militar colonial sobre tierra helénica para
garantizar lo imposible: el pago. Con Grecia “colgada del pincel”, el sacudón
se desplaza a Italia, tercera economía de la U.E. y primer burdel del proxeneta
Berlusconi, y se hace terremoto. Si la península sigue como va, barranca abajo,
la U.E. y su monstruito, el euro, tienen los días contados. En realidad, la
situación griega amerita decir que el proyecto europeísta ya está
irremediablemente quebrado. Pero no todo es confusión en este vertiginoso
proceso de decadencia civilizatoria: algunas cosas se aclaran cada día más. Una
de ellas es el agotamiento de las
mentiras de los reformistas, se llamen, estalinistas, social demócratas,
maoístas, “tercer mundistas” o “foristas” (la “intelligentzia” de los foros
sociales), que han pretendido adjudicar la crisis al “neoliberalismo”, a los
usureros y a la preeminencia de la especulación sobre la producción. Encubren
su cerrada defensa del régimen capitalista, que es quien está verdaderamente en agonía y al que pretenden
revitalizar curándole sus males y excesos. Son tan reformistas que, como decía
Engels, creen que el socialismo es el capitalismo sin sus defectos y maldades!!
Entonces proponen impuestos a los especuladores, en lugar de pregonar la
expropiación revolucionaria de los bancos; proyectan economías capitalistas “más
reguladas” en vez de bregar por la economía socialista gestionada por los
trabajadores; suplican por “mayor democracia” para aplazar la revolución
socialista hasta el día del apocalipsis; piden asistencia social para los
oprimidos, en lugar de justicia social sobre la ruina de los opresores; hablan
de “redistribuir la riqueza”
cuando de lo que se trata es de apoderar a los explotados de la riqueza que
ellos producen y les expropian los capitalistas que alimentan con sus migajas a
éstos crápulas de la conciliación de clases y la entrega. Pero no sólo son
consejeros del amo capitalista: actúan también como guardianes del orden -tal
como lo están haciendo en Grecia e Italia- y son los artífices de la campaña de
desprestigio de toda resistencia popular, especialmente si es violenta, en
nombre de una “pureza académica del izquierdismo bien entendido”. Así, los
mismos que bancaron a los gobiernos laboristas traidores, repudiaron a los “vándalos”
en Gran Bretaña; así los alcahuetes
de Khadaffi, los que durante años alabaron al gorila beduino, ahora engloban en
el rótulo de “mercenario” a toda la resistencia popular libia; así
descalifican, tildándolos de “aventureros y provocadores” a los anarquistas, a
los autonomistas, a la juventud radicalizada italiana, española o griega, en
fin a todos aquellos que no han sido domesticados y que no comen alimento de
perro faldero. Pero, su vuelo es más corto que el de una gallareta: la dinámica
de la crisis capitalista, por un lado y el crecimiento y radicalización de las
protestas por el otro, los está transformando, al igual que sus amos, en cosa
del pasado.
SE ACABÓ LA ÉPOCA DEL TERO
En tanto, en la periférica
Argentina y pese al pregonado blindaje “nac & pop”, la crisis acaba de
arribar a éstas lejanas playas. De pronto, debutamos noviembre con control de
cambios, con exigencia de repatriación de divisas a las mineras, petroleras y
aseguradoras, con suspensiones de personal en la industria automotriz
-brasilero dependiente-, con la eliminación parcial de subsidios al consumo de
gas, energía y agua para varios sectores empresariales y otras medidas
tendientes a un ajuste del gasto público en vistas a la época de vacas flacas
que ya llega. Mientras un sector del gobierno y la burguesía pretenden reforzar
sus posiciones volviendo al festival de bonos y deuda externa, con sus premios,
cometas y corruptelas, otro sector se orienta más al ajuste y a la reducción drástica
de subsidios, al achique salarial y a medidas selectivas y parciales de aumento
de la recaudación. Claro que el eclecticismo del modelo le permite “vender”
como progresista, por igual, ambas recetas antipopulares, juntas o por
separado. Lo cierto es que los tiempos del tero –gritar en un lado del potrero
y poner los huevos en el otro- han llegado a su fin y comenzaremos a vivir los
mismos vértigos, angustias y convulsiones que hoy estremecen a Europa. El
gobierno del 54% tiene todas las herramientas políticas a su alcance para
hacerle pagar la crisis a sus responsables; el problema es si querrá ponerle
los cascabeles a un gato tan cercano a sus intereses y tan preciado en sus
afectos. Nosotros creemos que no, que elegirá seguir el mismo camino de sus
amigos del G 20 y que descargará sobre los hombros del pueblo el peso de la
recomposición capitalista. En cualquier caso, sólo la organización autónoma de
los oprimidos enarbolando un programa anticapitalista, socialista y libertario
podrá torcer el rumbo y hacer que esta sociedad de explotación y barbarie sea,
apenas, un recuerdo trágico en la historia humana.
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