DEMOCRACIA EN TIEMPOS DE CRISIS
El
discurso de CFK abriendo las sesiones ordinarias del Congreso, el pasado 1º de
marzo no será registrado como el mensaje de una presidenta que entiende la
situación económica y social que aflige a su pueblo, sino, más bien, como una
serie de obviedades y auto elogios enumerados ante una barra de incondicionales
y aplaudida por unas escasas 6.000 personas prolijamente ¿ “movilizadas” por los
aparatos afines. Sin embargo el trasfondo del discurso de CFK anticipa la
aceleración del giro a la derecha del gobierno. No lo hace por lo que dice,
sino, precisamente por lo que omite. Nadie encontrará, en las soporíferas
cuatro horas (¡!) de perorata presidencial ni una sola referencia a la
inflación que carcome los ingresos de los pobres como un impuesto ineludible,
ni registro de la persistencia inacabable de los cortes de luz, ni constancia
del elevamiento a juicio de sus dos Secretarios de Transporte (Jaime y Schiavi)
por la tragedia de Once. Tampoco hallará alguna línea que recoja la angustia de
los desempleados, de los decenas de miles de trabajadores que han perdido su
empleo el último año, ni una promesa de acabar con el confiscatorio impuesto a
las ganancias del salario (¿?). Menos aún hallará señales de que el gobierno se
apresta a terminar con el saqueo de las mineras y con el desastre del
transporte público, o que se disponga a gravar la renta usuraria, a combatir el
latifundio sojero y promover la soberanía alimentaria, a respetar el 82 % móvil
de las jubilaciones o a aumentar los planes sociales de los que sigue
dependiendo la vida miserable de millones de argentinos. No, nada de eso. El
país real no entró de su mano a un Congreso donde hace muchos años que no se
debate ningún tema que resuelva los problemas del pueblo pobre. Una vez más,
como viene repitiéndose en una sucesión agobiante de discursos, el relato
kirchnerista se reduce a una interminable alabanza de virtudes propias con las
que pretende edificar una dudosa mascara "liberadora".
Por
otra parte, en ese discurso, CFK acaba de anunciar su intención de doblegar a
los pocos jueces que le permanecen ajenos. Es parte de su ofensiva por la
perpetuidad y por asegurarse el refuerzo del control estatal de las protestas
sociales. Esta banda de aventureros políticos que constituyen el kirchnerismo,
empachado del brillo del poder y de las mieles del Tesoro Nacional, se apresta
a librar una batalla decisiva para su supervivencia, la batalla por la perpetua
re-re-elección de su jefa y de su corte. Y para ello debe controlar todo el
aparato judicial y, a la vez, ponerlo, incondicionalmente, al servicio del
disciplinamiento social. Si se propusiese la re-re-elección “por derecha”,
debería remontar una cuesta extremadamente difícil de subir: conseguir los dos
tercios del total de los miembros de ambas cámaras, los que en sesión especial
debería aprobar la reforma constitucional que la habilite. Sin embargo, como
buena camarilla lumpen y arribista, el kirchnerismo está siempre dispuesto a
romper los propios preceptos de la institucionalidad del régimen burgués para
mantener sus privilegios. Y ya lo ha demostrado largamente. Por eso nadie
debería sorprenderse de que, si obtiene un resultado electoral mediocre pero no
lapidario, fuerce leyes y juzgados e imponga la reforma desde posiciones
ilegales pero aún fuertes. No se trata de que le guste o no forzar las leyes:
es algo mucho más importante, es cuestión de vida o muerte para sus negocios,
fortunas personales e impunidades. No se irán por las buenas ni porque una ley,
papel escrito al fin y al cabo, o un juez, vulgar empleado público en última
instancia, se los ordene. Sin embargo, el problema del autoritarismo
kirchnerista debe enmarcarse en una tendencia más general originada en la
crisis internacional del capitalismo. La democracia burguesa, forma
“civilizada” de la dictadura de la burguesía sobre las clases oprimidas, está
empezando a dejar de funcionar en todos los países, aún en los de mayor tradición
democrática. Y no por senil, que lo es, sino porque la crisis económica golpea
sin cesar contra todos los pilares que la hicieron posible y genera la
aparición de formas cada vez más autoritarias de gobierno. No es pensable una
democracia burguesa sustentable en el marco de la violación sistemática de los
contratos sociales que le dieron legitimidad. Y esos contratos, escritos en
casi todas las constituciones capitalistas, hablan de derechos sociales, del
derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la salud, al medio
ambiente, etc. etc. Esos derechos son los que le dieron alguna significación a
las democracias burguesas durante gran parte del siglo pasado. Pero, la
necesidad tiene cara de hereje y cada vez que los capitalistas debieron
ajustarse los cinturones por las crisis provocadas por ellos mismos,
decidieron, invariablemente, usar el cinturón para azotar el lomo de los
pobres, pisotear el pacto social y la legitimidad democrático burguesa e
imponer gobiernos autoritarios. La peor expresión de esto fue el fascismo, pero
no fue la única y fue sistemática ésta huida a la derecha de la burguesía ante
el rigor de la crisis y el espanto de una revuelta social. Hoy mismo, en
Europa, esa legitimidad democrático burguesa está siendo puesta en tela de juicio
por las movilizaciones masivas que no reclaman el socialismo, sino, apenas, el
respeto de los derechos y garantías obtenidos por siglos de lucha y sangre
obrera. La respuesta es represión legal e ilegal, judicialización de los
activistas, cárcel para los revoltosos y autoritarismo creciente. Ese es el
motivo fundamental que está detrás del giro a gobiernos reaccionarios,
“imperiales”, represores, amparados en el uso desvergonzado del monopolio
estatal de los medios de comunicación y control social. Por eso el rumbo
general hacia la autocracia de CFK es una consecuencia casi inevitable de la
crisis capitalista agónica y global, de la que su gobierno es parte, que obliga
a reforzar el aparato represivo del estado y a extremar las medidas de control
social. Los hoy casi 6.000 luchadores procesados (entre los que se encuentran
los presos de Bariloche y Corral de Bustos, los petroleros perseguidos de Las
Heras, los trabajadores de Kraft, Pepsico o el Garrahan, los estudiantes de la
FUBA, los inquilinos procesados por okupas y varios de los que hacemos LA MAZA)
dan cuenta cierta del verdadero propósito del giro a la derecha del gobierno.
La crisis no admite medias tintas y se burla de las máscaras progresistas de
los guardianes de los opresores. Esta es la batalla que está planteada entre el
pueblo oprimido y los explotadores y, por su naturaleza esencial, no se ganará
apelando a los buenos modales ni a recursos legales o electorales cada día más
limitados y bastardeados. Y el camino para hacerlo es construyendo el Frente
Unico de los Revolucionarios Anticapitalistas, para terminar de una vez para
siempre con los parásitos explotadores que conducen a la humanidad a la
barbarie. El futuro está en el sitio donde siempre se construyó: en las calles,
en las barricadas, en los piquetes, en las medidas de acción directa, en las
tomas de fábricas y casas, en fin, en todos los rincones de la sociedad donde
los que luchan puedan darle un golpe al único derecho que respetan los
poderosos, el derecho de ser propietarios de la sociedad.
Todos
los medios son buenos, incluso algunos de los legales!!
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