viernes, 31 de julio de 2015

Revista La Maza N° 40


EDITORIAL
    DEMOCRACIA EN TIEMPOS DE CRISIS
  El discurso de CFK abriendo las sesiones ordinarias del Congreso, el pasado 1º de marzo no será registrado como el mensaje de una presidenta que entiende la situación económica y social que aflige a su pueblo, sino, más bien, como una serie de obviedades y auto elogios enumerados ante una barra de incondicionales y aplaudida por unas escasas 6.000 personas prolijamente ¿ “movilizadas” por los aparatos afines. Sin embargo el trasfondo del discurso de CFK anticipa la aceleración del giro a la derecha del gobierno. No lo hace por lo que dice, sino, precisamente por lo que omite. Nadie encontrará, en las soporíferas cuatro horas (¡!) de perorata presidencial ni una sola referencia a la inflación que carcome los ingresos de los pobres como un impuesto ineludible, ni registro de la persistencia inacabable de los cortes de luz, ni constancia del elevamiento a juicio de sus dos Secretarios de Transporte (Jaime y Schiavi) por la tragedia de Once. Tampoco hallará alguna línea que recoja la angustia de los desempleados, de los decenas de miles de trabajadores que han perdido su empleo el último año, ni una promesa de acabar con el confiscatorio impuesto a las ganancias del salario (¿?). Menos aún hallará señales de que el gobierno se apresta a terminar con el saqueo de las mineras y con el desastre del transporte público, o que se disponga a gravar la renta usuraria, a combatir el latifundio sojero y promover la soberanía alimentaria, a respetar el 82 % móvil de las jubilaciones o a aumentar los planes sociales de los que sigue dependiendo la vida miserable de millones de argentinos. No, nada de eso. El país real no entró de su mano a un Congreso donde hace muchos años que no se debate ningún tema que resuelva los problemas del pueblo pobre. Una vez más, como viene repitiéndose en una sucesión agobiante de discursos, el relato kirchnerista se reduce a una interminable alabanza de virtudes propias con las que pretende edificar una dudosa mascara "liberadora".
Por otra parte, en ese discurso, CFK acaba de anunciar su intención de doblegar a los pocos jueces que le permanecen ajenos. Es parte de su ofensiva por la perpetuidad y por asegurarse el refuerzo del control estatal de las protestas sociales. Esta banda de aventureros políticos que constituyen el kirchnerismo, empachado del brillo del poder y de las mieles del Tesoro Nacional, se apresta a librar una batalla decisiva para su supervivencia, la batalla por la perpetua re-re-elección de su jefa y de su corte. Y para ello debe controlar todo el aparato judicial y, a la vez, ponerlo, incondicionalmente, al servicio del disciplinamiento social. Si se propusiese la re-re-elección “por derecha”, debería remontar una cuesta extremadamente difícil de subir: conseguir los dos tercios del total de los miembros de ambas cámaras, los que en sesión especial debería aprobar la reforma constitucional que la habilite. Sin embargo, como buena camarilla lumpen y arribista, el kirchnerismo está siempre dispuesto a romper los propios preceptos de la institucionalidad del régimen burgués para mantener sus privilegios. Y ya lo ha demostrado largamente. Por eso nadie debería sorprenderse de que, si obtiene un resultado electoral mediocre pero no lapidario, fuerce leyes y juzgados e imponga la reforma desde posiciones ilegales pero aún fuertes. No se trata de que le guste o no forzar las leyes: es algo mucho más importante, es cuestión de vida o muerte para sus negocios, fortunas personales e impunidades. No se irán por las buenas ni porque una ley, papel escrito al fin y al cabo, o un juez, vulgar empleado público en última instancia, se los ordene. Sin embargo, el problema del autoritarismo kirchnerista debe enmarcarse en una tendencia más general originada en la crisis internacional del capitalismo. La democracia burguesa, forma “civilizada” de la dictadura de la burguesía sobre las clases oprimidas, está empezando a dejar de funcionar en todos los países, aún en los de mayor tradición democrática. Y no por senil, que lo es, sino porque la crisis económica golpea sin cesar contra todos los pilares que la hicieron posible y genera la aparición de formas cada vez más autoritarias de gobierno. No es pensable una democracia burguesa sustentable en el marco de la violación sistemática de los contratos sociales que le dieron legitimidad. Y esos contratos, escritos en casi todas las constituciones capitalistas, hablan de derechos sociales, del derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la salud, al medio ambiente, etc. etc. Esos derechos son los que le dieron alguna significación a las democracias burguesas durante gran parte del siglo pasado. Pero, la necesidad tiene cara de hereje y cada vez que los capitalistas debieron ajustarse los cinturones por las crisis provocadas por ellos mismos, decidieron, invariablemente, usar el cinturón para azotar el lomo de los pobres, pisotear el pacto social y la legitimidad democrático burguesa e imponer gobiernos autoritarios. La peor expresión de esto fue el fascismo, pero no fue la única y fue sistemática ésta huida a la derecha de la burguesía ante el rigor de la crisis y el espanto de una revuelta social. Hoy mismo, en Europa, esa legitimidad democrático burguesa está siendo puesta en tela de juicio por las movilizaciones masivas que no reclaman el socialismo, sino, apenas, el respeto de los derechos y garantías obtenidos por siglos de lucha y sangre obrera. La respuesta es represión legal e ilegal, judicialización de los activistas, cárcel para los revoltosos y autoritarismo creciente. Ese es el motivo fundamental que está detrás del giro a gobiernos reaccionarios, “imperiales”, represores, amparados en el uso desvergonzado del monopolio estatal de los medios de comunicación y control social. Por eso el rumbo general hacia la autocracia de CFK es una consecuencia casi inevitable de la crisis capitalista agónica y global, de la que su gobierno es parte, que obliga a reforzar el aparato represivo del estado y a extremar las medidas de control social. Los hoy casi 6.000 luchadores procesados (entre los que se encuentran los presos de Bariloche y Corral de Bustos, los petroleros perseguidos de Las Heras, los trabajadores de Kraft, Pepsico o el Garrahan, los estudiantes de la FUBA, los inquilinos procesados por okupas y varios de los que hacemos LA MAZA) dan cuenta cierta del verdadero propósito del giro a la derecha del gobierno. La crisis no admite medias tintas y se burla de las máscaras progresistas de los guardianes de los opresores. Esta es la batalla que está planteada entre el pueblo oprimido y los explotadores y, por su naturaleza esencial, no se ganará apelando a los buenos modales ni a recursos legales o electorales cada día más limitados y bastardeados. Y el camino para hacerlo es construyendo el Frente Unico de los Revolucionarios Anticapitalistas, para terminar de una vez para siempre con los parásitos explotadores que conducen a la humanidad a la barbarie. El futuro está en el sitio donde siempre se construyó: en las calles, en las barricadas, en los piquetes, en las medidas de acción directa, en las tomas de fábricas y casas, en fin, en todos los rincones de la sociedad donde los que luchan puedan darle un golpe al único derecho que respetan los poderosos, el derecho de ser propietarios de la sociedad.
Todos los medios son buenos, incluso algunos de los legales!!

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