EDITORIAL
Finalmente,
por si alguna duda les quedaba a algunos, el gobierno de Cristina Fernández se
ha quitado todas las caretas y se ha despojado de todo disimulo. Ante el
achicamiento de sus recursos económicos, con creciente déficit fiscal, brutal e
insoluble crisis energética, caída estrepitosa de las reservas y una inflación
y dólar negro fuera de control, se ha lanzado a aplicar un ajuste feroz contra
el pueblo. En los últimos dos meses el peso se ha devaluado en casi un 40%, la
inflación del año que acaba de terminar rondó el 30% y se estima que enero
arrojará un crecimiento de los precios cercano al 6%. Los aumentos del
transporte público y de los combustibles de diciembre han sido sucedidos,
ahora, por una verdadera ola de remarcaciones de todos los precios. Este ajuste
brutal implica una confiscación de los ingresos de los pobres que supera el 30
% y que golpea, especialmente a los más humildes. Los jubilados, los docentes,
los empleados públicos, los que sobreviven con planes sociales, los
trabajadores y los pequeños comerciantes, los más vulnerables, los siempre
castigados y postergados serán los más afectados. Los capitalistas no vacilaron
en trasladar el nuevo precio del dólar a todos los productos, empezando por los
que componen la canasta básica. Incluso, durante los últimos días de enero,
fueron varias las cadenas de electrodomésticos y otros rubros que no tenían
precio de venta porque estaban reelaborando sus listas.
Este nuevo ataque a la economía popular sucede al despojo que ya se venía perpetrando con índices
inflacionarios que erosionaban regularmente el escaso poder adquisitivo de los
salarios. El resultado es que, en la fabulosa década ganada millones de
argentinos serán sumergidos en la miseria, en medio de una oleada de carestía
como no vivíamos desde el 2001.
Por otra
parte, los exportadores, comenzando con los dueños de las cosechas y las cuatro
grandes empresas monopólicas amigas del gobierno que concentran las
exportaciones de granos, se frotan las manos: de un día para otro han multiplicado
sus ingresos. Lo mismo festejan las grandes empresas, extranjeras casi todas,
cuyos costos en dólares (salarios, servicios de energía e insumos locales)
disminuyen en un alto porcentaje mientras crecen sus posibilidades de exportar.
Y más festejan la banca, los usureros y los piratas de las finanzas que ganan
en una punta y otra de la timba especulativa en curso.
HAY QUE ENFRENTAR EL AJUSTE Y LA MISERIA
KIRCHNERISTA
Pero este
giro político del gobierno, accediendo a las demandas e imposiciones de los
poderosos, es sólo el principio. El kirchnerismo en bancarrota, con sus cuentas
en rojo, sin conducción política y sumergido en una ola de repudio popular, se
arrodilla ante los acreedores y usureros internacionales, pidiéndoles perdón y
permiso para volver a endeudarse con ellos mismos a tasas exorbitantes.
Recorrerán el mismo espinel de banqueros, consultoras, organismos
internacionales y prestamistas que han recorrido antes Cavallo, Lavagna, Lemes
y tantos otros ministros de economía del régimen. La deuda, la que, pese a los
discursos mendaces del gobierno, jamás dejamos de pagar y jamás dejó de crecer,
volverá a ser el primer mandamiento de los argentinos. Seguiremos viviendo para
pagarles a los usureros préstamos que nunca vimos, que jamás construyeron
hospitales ni escuelas ni puentes ni rutas ni viviendas, pero que sí
enriquecieron a esos ministros, a los coimeros, los intermediarios y, por
supuesto, a nuestros gobernantes convertidos en agentes de cobranzas de los usureros.
Pero para
poder volver a endeudarse, el gobierno deberá arreglar las cuentas pendientes
con todos aquellos a los que nunca les iba a dar nada. Ya peregrinó Kicillof
ante los fondos buitres, ante los españoles de Repsol y los acreedores en el
CIADI, se humilló ante los chinos y suplicó en el Club de París. A todos ellos
les aseguró que les pagarán con creces lo que reclaman. Lo harán con el hambre
del pueblo, con tarifazos que nos cobrarán servicios públicos destruidos a
precios internacionales, con salarios miserables y congelados, con jubilaciones
de indigencia y condenando al hambre a toda una generación. Volverán a la
eterna deuda de la que fueron celosos pagadores. Terminarán aceptando que el
Fondo Monetario Internacional u otro organismo similar les audite las cuentas y
les dicte las políticas adecuadas para asegurarle a los usureros la certeza del
pago. Ese es el camino que ha adoptado, en su bancarrota y descomposición política
y moral, la camarilla de lúmpenes que nos gobierna con su autista jefa a la
cabeza. Saben que pagarán un alto precio: el irreparable desprecio del pueblo
e, incluso, el alejamiento de muchos de los que los siguieron. No son pocos los
que están saltando el cerco y alejándose de un palacio y una corte de
alcahuetes que está bailando sobre la cubierta del Titanic, como bailaba
Cristina el 10 de Diciembre mientras el país ardía en saqueos y los muertos se
contaban por decenas. Verbitsky y el CELS, Horacio González y su Cartera
Abierta, la Paco Urondo, sectores del Evita y tantos otros, junto con
preocupados gobernadores, intendentes, punteros y sindicalistas ven venir una tormenta
social de magnitud y buscan nuevos refugios.
Sin embargo
puede suceder que el kirchnerismo pague un precio más alto, todavía, y
arrastre, en su caída, al régimen todo: puede que la extendida bronca popular
se transforme en acciones de repudio callejero y que una oleada de protestas populares
sacuda el tablero de los intereses imperiales y de sus sirvientes locales. La
democracia bastarda de radicales, peronistas, social demócratas y macristas no
tiene nada que ofrecerle a los oprimidos y éste derrumbe estrepitoso de los kirchneristas
es la confirmación de que nada puede esperar el pueblo de ninguna de esas
variantes de la partidocracia corrupta, mendaz y servil.
Empezamos a
transitar momentos que pueden marcar épocas: es posible que un pueblo que no ha
olvidado las lecciones aprendidas en años de lucha anteriores se ponga a andar
por sus banderas; puede que vuelvan a brotar, como sucedió apenas unos pocos años
atrás, como flores en imparable estallido de primavera, las organizaciones independientes
de agrupamiento y lucha de los oprimidos. Puede que un Argentinazo esté
madurando y es obligación de todos los luchadores empujar su caminar hacia el
futuro.
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