EDITORIAL
Con éste número,
LA MAZA cumple su 50° entrega. No es poco mérito para una de las pocas
publicaciones forjadas a partir de la insurrección popular del 2001 que logró
atravesar todos estos difíciles años, en los que la cooptación gubernamental,
el cansancio político y la confusión ideológica hicieron estragos en las filas
de las organizaciones populares independientes. LA MAZA no sólo
sobrevivió, sino que se fortaleció en esa lucha para mantener la autonomía política
y construir una clara identidad revolucionaria, anticapitalista, socialista y
libertaria. El primer número, con un formato distinto y más pequeño que el que
adoptaría en definitiva, apareció en aquellos momentos de mediados del 2004,
cuando las clases medias acompañaban la transformación del dolor de Juan Carlos
Blumberg por el asesinato de su hijo en una gran cruzada reaccionaria que sacudía
el tablero político. Decenas de miles de personas acudían a su convocatoria y
hasta el propio Néstor Kirchner le daba entidad a sus reclamos de mano dura, imponiendo
leyes que, claramente, criminalizaban la pobreza y que aún perduran en nuestro
ordenamiento jurídico. No fueron pocos los dirigentes de izquierda que,
seducidos por la multitud, participaron de sus marchas y que terminaron legitimando
una construcción al servicio de los peores intereses. Sin embargo, aquel número
inicial de LA MAZA ya marcaba un camino de ruptura con todo aquello que se
expresada allí: su título de tapa era No hay sociedad segura sin justicia
social! Era el inicio de un camino que, con interrupciones y altibajos,
llegó hasta esta edición. Podemos afirmar, con orgullo, que hemos construido
una herramienta al servicio de la difusión de las posiciones del socialismo revolucionario
y libertario y del debate democrático de ideas dentro de los límites de la
independencia de clase. Ha sido posible por la colaboración solidaria de muchos
compañeros, comenzando por los más humildes, por los compañeros que la
difunden, que la hacen presente en marchas, actos y protestas de todo tipo. También
es fruto del aporte de muchos compañeros que acompañan el camino que nosotros
recorremos, aún con diferencias y distintos puntos de vista y que nos hacen
llegar sus escritos, poesías, ilustraciones y sugerencias de todo tipo. Y,
finalmente, es el producto de un trabajo en equipo, una tarea colectiva, un
debate democrático, fraterno y cotidiano entre los que formamos su equipo de
redacción y edición. A todos ellos les agradecemos sus aportes, sin los cuales
no hubiésemos podido llegar hasta acá. Y, fundamentalmente, les agradecemos a
los miles de compañeros que nos han leído en ésta travesía y que son el
destinatario de nuestros esfuerzos. Si hemos contribuido a acercarles una visión
distinta del marxismo y del socialismo libertario que los llevó a reflexionar
sobre nuestro papel como oprimidos en esta lucha emancipadora, si les hemos
provocado una duda o hemos despertado su curiosidad, si le hemos acercado un
panorama de las luchas populares y de los debates en el seno de nuestra clase,
si hemos podido despertar su sensibilidad revolucionaria, habremos cumplido con
creces nuestra misión.
GOBERNANDO CON EL PROGRAMA DE LA PEOR
DERECHA
Por otra
parte, también en este mes de marzo, hemos escuchado el largo mensaje a la Nación
de Cristina Fernández, en ocasión del inicio del periodo legislativo. Fue acompañada
por una cada vez más menguada y mejor pagada convocatoria de sus aparatos, a
los que la Plaza del Congreso les quedó enorme de tanto vacío y tanta
indiferencia popular. Su discurso fue más gravitante por lo que no dijo que por
lo que sí dijo. No habló del país de la inflación que se come el bolsillo de
los pobres, nada dijo de los salarios o las jubilaciones clavados en cifras de
hambre, no mencionó el desmadre energético que azotó a la población durante los
meses previos ni el despojo a la economía popular consumado con su devaluación.
No se hizo cargo del vergonzoso acuerdo con Repsol ni dio los detalles
reservados de la sociedad con Chevron en Vaca Muerta. CFK no quiso llamar por
su nombre, ajuste brutal contra el pueblo, a su giro económico.
Pero sí habló
del problema que, realmente, comienza a preocupar cada día más a su gobierno:
el control de la calle, la resistencia social que crece, las protestas cada día
más generalizadas. Y, cuando lo hizo fue aplaudida por toda la derecha
legislativa, incluidos los macristas: va a elevar un proyecto de ley para
castigar a los que manifiesten su bronca en la vía pública. Eso mismo es lo
que, en su accionar, ya anticipaba su Villar y Margaride de cabotaje, el carapintada
de Sergio Berni.
Finalmente,
el kirchnerismo que ha adoptado como propio el programa económico de la derecha
liberal, asume, también, su reclamo de mano dura ante las protestas. De aquel progresismo,
siempre más discursivo que efectivo, ya no queda nada. Ahora, al kirchnerismo
es muy poco lo que lo distingue de los tradicionales aparatos de la dominación capitalista.
Se ha transformado, definitivamente, en un discurso lleno de mentiras que muy
pocos creen para justificar una política de hambre y entrega que nadie, en las
filas del pueblo, avala.
El populismo,
como siempre ha sucedido en la historia, llegado el momento de las vacas flacas
deja atrás su ropaje benefactor y se pone a disposición de sus amos. Les
entrega los restos de popularidad y control de calle que aún le restan, con tal
de preservar la tasa de ganancia de los capitalistas, aun cuando, al hacerlo,
sacrifica su futuro político como corriente. Sólo un gobierno peronista, antes,
debió enfrentarse al pueblo como ahora lo hará éste gobierno. Fue el de Isabel
Perón, la que terminó sus días a manos de los militares, acorralada por las
protestas y las huelgas de millones de trabajadores peronistas y despreciada
por el pueblo. Ahora, el gobierno de CFK deberá confrontar con su propio electorado
y con su base social para imponer el programa de la derecha, el que ha hecho
propio, el de devaluación, inflación, bajos salarios, hambre y entrega. En las
luchas que están por venir no sólo se decidirá si el pueblo paga la fiesta de
los burgueses, sino, también, si el viejo verso peronista resiste una nueva
traición o si abre paso a una nueva identidad política de los oprimidos, una
identidad de liberación y emancipación social que entierre, definitivamente, la
dominación capitalista.
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