En estos momentos en los que
el gobierno “nacional y popular” (¿?) está negociando la mejor manera de
rendirse ante los usureros de turno sin que parezca lo que es, una nueva
capitulación ante sus amos, éste editorial de LA MAZA debería analizar las consecuencias
de ésa rendición. También deberíamos comentar acá, el creciente malestar
social, las explosiones de bronca y las luchas con las que el pueblo argentino
comienza a responder al giro a las políticas de hambre de este
gobierno. Sin embargo, suceden cosas terribles en el mundo que imponen su
propia agenda y transforman nuestros sacrificios y penurias en temas menores.
La masacre que están llevando a cabo los sionistas –fascistas judíos- contra el
inerme pueblo palestino se impone por su propio peso a cualquier otro hecho. Al
cierre de esta edición, los muertos palestinos en Gaza suman más de
seiscientos, casi todos ellos civiles, casi cien niños, casi 150 mujeres. Un
territorio que al suplicio de ser el campo de concentración más grande de la
historia moderna, agrega ahora el lúgubre título de convertirse en un
cementerio multitudinario donde un pueblo arrinconado espera el turno,
anunciado por volantes, trompetas y sirenas judías, en el que sus aviones
demolerán sus viviendas, escuelas, hospitales, plantas eléctricas,
infraestructura, vidas y sueños.
Bendecidos por rabinos que
acompañan el genocidio, aplaudidos por el 90 % de la población israelita,
apañados por todo el capitalismo internacional, financiados por empresarios
judíos de todo el mundo, los fascistas israelitas pisotean el derecho
internacional, cometen los peores crímenes de guerra y se vanaglorian del
genocidio en curso. Apenas un puñado de judíos pacifistas manifiesta su rechazo
a la agresión en las calles de Tel Aviv y son apedreados por la mayoría de la
población y salvados del linchamiento por la policía. Una diputada llego
a decir por la televisión pública israelita que el objetivo del operativo era
asesinar a las mujeres palestinas para que dejen de parir enemigos de Israel. Ninguna
voz se escuchó, en el mundo de las democracias occidentales, mucho menos en su
país, condenando este excremento fascista. Al contrario, todos ellos se
esforzaron por poner un signo igual entre la paupérrima resistencia palestina
y la poderosa armada nazi sionista, como si fuesen equiparables hondas y
blindados, oprimidos y opresores, asesinos y víctimas. Es innecesario resaltar
todas las semejanzas del comportamiento del gobierno y del propio
pueblo israelita con la Alemania de Hitler. En su racismo siniestro, en
su desprecio por el derecho y las más elementales garantías, en su impunidad y
salvajismo, en el robo y el pillaje a los sometidos, en sus campos de
concentración, torturas y exterminio, ambos, nazis judíos y nazis alemanes
comparten una concepción del mundo donde sólo existe su ambición, su
arrogancia, su desprecio por los otros pueblos y su afán de conquista y saqueo.
APLASTAR
AL SIONISMO ES HONRAR LA VIDA!
Pero, así como nadie puede
adjudicarle a las SS, a Hitler y al partido nazi la responsabilidad
exclusiva del fascismo y su genocidio y de la gran guerra que se llevó cuarenta
millones de pobres, nadie puede, tampoco, delegar toda la culpa de
ésta masacre en curso en la pandilla que gobierna Israel. Son inocentes los
empresarios judíos que financian al partido nazi judío y su gobierno,
como Eduardo Elsztain, amigo dilecto de Cristina Kirchner? Están exentas de
responsabilidad las organizaciones de la colectividad judía que apoyan a éste
estado asesino, como la DAIA? Y la población judía argentina, que sufrió el
genocidio de la dictadura, que enarboló las mejores tradiciones democráticas,
que no dice una palabra, no tiene responsabilidad en la masacre que se realiza
en nombre de su pueblo? Son impunes los intelectuales judíos que, pisoteando
esa tradición democrática de su pueblo, callan ante la barbarie realizada
en nombre de su religión o peor, aún , intentan patéticamente justificarla? Y
los empresarios y políticos que hacen negocios con los capitales sionistas y
miran para otro lado con tal de no perjudicar esos arreglos, no tienen
responsabilidad? Y los periodistas de los diarios (controlados o no por el
capital sionista) que son capaces de escandalizarse por hechos banales
pero silencian la masacre de Gaza, no son, también ellos, parte del manto
de complicidad que los asesinos tienden por todo el mundo? Y el “gobierno de
los derechos humanos”, que cierra su boca, mira para otro lado y permite
que su sionista canciller condene a Hamas y los palestinos mientras la aviación
israelita demuele Gaza, no es, también, parte de la red de apoyo al
nazi-judaísmo construida por sus capitales y lobbies en todo el mundo? Y los
organismos internacionales que debieran velar por la paz en el mundo y que
realizan largas sesiones que no conducen a nada, mientras, hora tras hora, caen
como hojas de otoño, pibes palestinos bajo las balas asesinas, serán absueltos
de su connivencia con los nazis judíos?
No, ni ellos ni tantos otros
que, por miedo, conveniencia, ambición o sociedad callan ante este exterminio
podrán pedir las disculpas de la historia. Mucho menos podrán aspirar al olvido
de los pueblos. Todos sabemos para qué intereses jugaron, todos sabemos
ante quiénes y porqué se arrodillaron. Pero todos sabemos que, como dice el
refrán, “no hay cuenta que no se pague ni plazo que no se venza”. Un
capitalismo en crisis, desbordado por la decadencia y con una ausencia
creciente de hegemonía, es el telón de fondo en el que la maquinaria
asesina israelita se desenvuelve. Es, también y pese a los triunfos de sus
tanques, el escenario en el que la historia empujada por la lucha de los
pueblos saldará la cuenta. Israel, estado racista, nazi, teocrático, debe ser
destruido, demolido hasta sus cimientos, para dejar paso a una nueva nación
democrática y no confesional en la que puedan vivir en paz todos los pueblos de
la región, tarea histórica que sólo la revolución socialista puede asegurar.
Pero el Estado de Israel no deberá ser olvidado nunca: debe ser elevado al
nivel de los autores de los grandes genocidios. El nombre de Israel deberá
estar siempre asociado a la tragedia del pueblo armenio, del pueblo judío, del
pueblo gitano, de los pueblos originarios americanos. Junto a los genocidas
turcos y alemanes de aquellas épocas, junto a Roca y Videla, la historia
deberá reservar un lugar en la infamia universal a Israel.
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