jueves, 23 de marzo de 2017

Revista La Maza N° 71


EDITORIAL

El devastador golpe a los ingresos y los derechos del pueblo trabajador descargado por el gobierno de los ricos impuso una obligada pausa a nuestra edición. Hoy  volvemos a poner en sus manos un ejemplar de LA MAZA, en edición, por ahora, bimestral.  Lo hacemos con un gran esfuerzo de nuestra organización, de la Revista y de los compañeros que la sostienen. Y reaparecemos en momentos en que la situación política nacional e internacional exige una gran respuesta de los trabajadores y los pueblos  ante la miseria creciente impuesta a los oprimidos  y ante la amenaza de la barbarie bélica  como respuesta probable de los explotadores a la crisis sin solución del régimen capitalista.
La cuasi destrucción –en vías de desarrollo- de la Unión Europea, la salida de Gran Bretaña de ese marco continental, el triunfo de Donald Trump en EE.UU., las amenazas electorales representadas por fuerzas nacionalistas de derecha en Francia, Inglaterra, Alemania, Holanda, Hungría y otros países europeos, los debates en torno a la disolución de la OTAN, la guerra sin fin en Medio Oriente,  las amenazas a China y el resurgimiento del proteccionismo económico, los nuevos realineamientos y alianzas militares a nivel internacional, son claros síntomas del fin de una época en el dominio capitalista. Una época de crisis  de la dominación que se da  en el marco de una economía globalizada paralizada y colonizada por el parasitismo especulativo y por una concentración de la riqueza en manos de un puñado de personas y bancos nunca vista en la historia moderna.
Los organismos y acuerdos sobre los que se construyó y sostuvo la hegemonía mundial del imperialismo yanqui y la banca sionista, todos ellos, crujen ante el incontenible empuje centrífugo originado  en el agotamiento productivo de un  sistema en el que la creación de riqueza real ha pasado a ser sustituido por la ilusión de la  especulación financiera.
La OMC, baluarte del libre comercio y la globalización, aparece como un anacrónico Cid Campeador intentando frenar la ola de proteccionismo, el aumento de los aranceles de importación y  las guerras comerciales que, como siempre ha sucedido, anteceden a las verdaderas guerras.  Los foros internacionales aparecen impotentes para detener la irrupción del nacionalismo y el populismo de derechas en los principales países metropolitanos. La ONU, el BM, el FMI siguen el mismo camino.
Paradójicamente, es en los principales países imperialistas, antiguos abanderados del libre comercio y la globalización, donde aparecen con más fuerza los proteccionistas, los aislacionistas, los racistas y xenófobos.  Y no hay nada de fortuito en ello: impulsados por sus propios capitalistas,  sus gobiernos alentaron el éxodo de sus empresas hacia los paraísos de los salarios de esclavos, des industrializándose y desestructurando sus modelos económicos en beneficio de los grandes monopolios y la banca usuraria, a cual  más apátrida que el otro. Basta con decir que  en EE.UU. la principal empresa (por ventas, ganancias, cantidad de empleados) es un comercio minorista, el supermercado WALL MART, donde, por otra parte, el 95% de los artículos ofrecidos son producto de la mano de obra esclava asiática. No hay que extrañarse, entonces, de que la participación de EE.UU. en el Producto Bruto Internacional haya caído, en cincuenta años, a una tercera parte de lo que fue en la post guerra y de que estemos en presencia de su ocaso imperial.

EL MUNDO SOÑADO ES UNA PESADILLA

En ese mundo que se fragmenta y hostiliza, que se cierra sobre sus partes y que expulsa todo lo que le parezca extraño o riesgoso,  pretende Mauricio Macri “insertar” a la Argentina. En realidad, en consonancia con la  estrechez de miras política que caracteriza a su clase,  el macrismo fue incapaz de leer el rumbo que tomaban los acontecimientos globales. El mundo al que Macri aspira pertenecer está desapareciendo bajo sus pies de manera acelerada, ya es pasado. No servirán  de nada los gestos serviles, la alcahuetería, ni las humillaciones. Son las implacables leyes de la economía global las que imponen la agenda política. No hay ni habrá flujos de inversiones reales, productivas, hacia los países periféricos. No hay ni habrá grandes créditos baratos y a largo plazo. No hay ni habrá plata para grandes  obras de infraestructura. No hay ni habrá mercados receptivos hacia la producción nacional, ni siquiera para la miserable cuota de limones tucumanos rechazada por EE.UU.  Ya no hay alta demanda de materias primas, incluyendo la soja y sus derivados. Ya no habrá altos precios para esos commodities. El gobierno de los ricos sólo podrá aspirar a recibir oleadas de capitales golondrinas, especulativos, saqueadores, que ingresan al país por cortísimos plazos para aprovecharse de las altas tasas de interés en pesos que paga el Banco Central, el mismo que mantiene fija la cotización del dólar para garantizar ganancias en divisas a los estafadores.  Y todo ese saqueo se justifica para sostener la ilusión de que vienen dólares al país, ilusión que no moverá el amperímetro de la economía real, pero que si engrosara los bolsillos de los banqueros, los intermediarios y los funcionarios que lo permiten.
En un año electoral que va a determinar el futuro político del país y del gobierno, la economía real sigue en picada. Caen los salarios, cae el consumo, no hay inversiones y la bronca popular es una olla a presión levantando temperatura. Sólo la  traición de la burocracia sindical siempre servil, la inoperancia de la oposición política y la colaboración de algunas grandes organizaciones sociales convertidas en auxiliares del gobierno, explican que esa olla aun no haya estallado.
Sin embargo, el reciente tarifazo eléctrico, el próximo del gas, los aumentos constantes de los  combustibles y peajes, la inflación sostenida, el kilo de pan a $ 50 y de carne a $ 120, la ausencia de empleos, el escándalo del Correo y la pérdida de poder adquisitivo del salario se estrellan contra el optimismo del  discurso  oficial y angostan los márgenes de los colaboracionistas. Es por eso que hasta traidores consumados como Antonio Calo (UOM) han debido impulsar la movilización de los metalúrgicos ante los despidos  y suspensiones que sacuden su gremio. Es por eso que los traidores de la CGT anuncian –con más de un mes de anticipación!!!- un paro dominguero para descomprimir la bronca social y evitar el estallido. Es por eso mismo que el triunvirato piquetero colaboracionista (los maoístas de la Corriente Clasista y Combativa, los  ex kirchneristas  del Movimiento Evita y los oportunistas de Barrios de Pie) anuncian civilizadas jornadas de protesta, oportunamente bendecidas por Jorge Bergoglio. El optimismo del discurso oficial apenas puede  traspasar  las alfombras de los despachos y se desmorona ante la realidad.
Este 2017 se plantea como un año de grandes luchas, el año en el que después de la confusión inicial amplios sectores de la población, incluida la siempre volátil clase media, se dispone a enfrentar el hambre y la miseria que impone el gobierno de los ricos. Los riesgos electorales se conjugaran con la protesta social, poniendo al gobierno en una situación de extrema vulnerabilidad. Bien puede ser el año en el que el pueblo levante cabeza y ponga en fuga  al más impopular  gobierno de la historia reciente. Ese es nuestro desafío.

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Revista La Maza N° 70


EDITORIAL

El gobierno de las oligarquías ha asestado, en estos cinco meses pasados desde su asunción, un golpe de dimensiones insospechadas sobre las espaldas del pueblo trabajador. Ni siquiera la desaparición del INDEC y la inexistencia de cifras oficiales pueden ocultar la profundidad del saqueo perpetrado en tan poco tiempo. Ni la dictadura militar, encaramada en sus fusiles ensangrentados, fue capaz de lograr una transferencia de ingresos tan grandes y en tan poco tiempo desde el pueblo hacia los bolsillos de los explotadores. Lo más notable de esta expropiación masiva es que está siendo llevada adelante por un gobierno que sigue siendo, esencialmente, un gobierno débil. Aupado apenas por un puñado de votos, sin militancia ni aparatos de control territoriales, con apenas un par de gobernadores y una notoria minoría legislativa, sin anclaje sindical, repudiado por todo el mundo de la cultura, se sirvió del escenario de confusión, división y desmoralización política que le brindo el patético final kirchnerista y del rotundo apoyo patronal para avanzar como una topadora sobre el empleo público y privado, sobre los ingresos populares mediante un tarifazo brutal y desatar una purga cultural en todos los escenarios.
Sin embargo, lejos está todavía de consumarse lo que sería una derrota importante del pueblo. En efecto, si el gobierno logra consolidar su avance, si puede imponer su saqueo tarifario, si consigue estabilizar la situación económica sobre esta base, la relación de fuerzas entre las clases sociales enfrentadas se inclinará a su favor. Pero eso está por verse. La reacción popular demoró apenas unos meses para hacerse sentir y para exigirle a las corruptas y acomodaticias dirigencias sindicales una respuesta. Aun antes de que el tarifazo llegase a los hogares y calentaran los ánimos del pueblo, el 29 de abril una multitud como hacía años que no se veía, más de 300.000 trabajadores, acudieron al acto de las centrales sindicales y exigieron una respuesta más contundente. Después vinieron las facturas con aumentos que son, directamente, impagables. La bronca, entonces, comenzó a contagiar a las clases medias, precisamente la base electoral del gobierno. Y todas las encuestas comienzan a registrar el crecimiento y la extensión social del repudio. Hasta la Iglesia católica le hace llegar al gobierno su preocupación por una situación que considera explosiva. Los medios de comunicación aliados al gobierno registran ese mismo nerviosismo. Y, dentro del propio gobierno, comienzan a oírse voces que alertan sobre la tormenta que se cierne ante el régimen.

PASAR EL INVIERNO….

La única respuesta del gobierno es aferrarse a la ilusión de que un aluvión de capitales extranjeros, aprovechando los salarios de hambre que está imponiendo, se radique en el país y promueva empleo y crecimiento. Pero una breve mirada sobre la salud económica del capitalismo global bastaría para dar por tierra con esas expectativas. El "segundo semestre", territorio de las bonanzas prometidas por Macri, está llegando y nada augura que sea pródigo de buenas noticias. La crisis del principal socio comercial, Brasil, se encuentra en pleno desarrollo y ya se ha instalado en el propio régimen, mientras su PBI cae a niveles nunca registrados. Nada bueno puede esperarse del vecino. La economía China, otro socio privilegiado, sigue envuelta en la incertidumbre y el retroceso. La crisis internacional se está haciendo endémica y sólo se desarrollan procesos de inversión en los escasos nichos de mercado que posibilitan ganancias siderales y rápidas. Latino América toda está sacudida por problemas económicos y malestar social y político. Resulta difícil creer, con esos datos elementales a mano, que la coyuntura económica de nuestro país vaya a cambiar milagrosamente a partir de julio. Por el contrario, el paso de los días y el crecimiento del repudio y de la resistencia, la perdida de aliados (hasta Massa y los propios radicales empiezan a tomar distancia) y la persistencia de la inflación, de tasas de interés usurarias, del desempleo y la carestía transforman a esa frase –"llegar al segundo semestre"- en una reedición de la que hizo famoso a Alsogaray, "pasar el invierno". Sólo que el que aspira a pasar el invierno es el propio gobierno. Y es sabido que si bien la historia se repite, la segunda vez lo hace como una farsa trágica. El gobierno se aferra a ilusiones y pretende instalarlas en la sociedad, aun sabiendo su carácter fantástico. Lo hace con la esperanza de que el paso del tiempo consume el saqueo y tranquilice las aguas. Esta es la hora en la que hay que ganar las calles, salir al reclamo, organizar las protestas y el reagrupamiento, es la hora de enfrentar a la oligarquía y derrotar su política hambreadora y su gobierno entreguista. Es la hora de demostrarle a la oligarquía gobernante que si está allí, en el gobierno, no es por derrotas propias sino por la previsible muerte anunciada de los reformistas. El pueblo, todavía, no ha salido a la batalla. Y eso es lo que se viene y en ese momento se determinará si la oligarquía puede imponer su programa de miseria y saqueo. Y está por verse si ellos pueden pasar el invierno.

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