jueves, 23 de marzo de 2017

Revista La Maza N° 70


EDITORIAL

El gobierno de las oligarquías ha asestado, en estos cinco meses pasados desde su asunción, un golpe de dimensiones insospechadas sobre las espaldas del pueblo trabajador. Ni siquiera la desaparición del INDEC y la inexistencia de cifras oficiales pueden ocultar la profundidad del saqueo perpetrado en tan poco tiempo. Ni la dictadura militar, encaramada en sus fusiles ensangrentados, fue capaz de lograr una transferencia de ingresos tan grandes y en tan poco tiempo desde el pueblo hacia los bolsillos de los explotadores. Lo más notable de esta expropiación masiva es que está siendo llevada adelante por un gobierno que sigue siendo, esencialmente, un gobierno débil. Aupado apenas por un puñado de votos, sin militancia ni aparatos de control territoriales, con apenas un par de gobernadores y una notoria minoría legislativa, sin anclaje sindical, repudiado por todo el mundo de la cultura, se sirvió del escenario de confusión, división y desmoralización política que le brindo el patético final kirchnerista y del rotundo apoyo patronal para avanzar como una topadora sobre el empleo público y privado, sobre los ingresos populares mediante un tarifazo brutal y desatar una purga cultural en todos los escenarios.
Sin embargo, lejos está todavía de consumarse lo que sería una derrota importante del pueblo. En efecto, si el gobierno logra consolidar su avance, si puede imponer su saqueo tarifario, si consigue estabilizar la situación económica sobre esta base, la relación de fuerzas entre las clases sociales enfrentadas se inclinará a su favor. Pero eso está por verse. La reacción popular demoró apenas unos meses para hacerse sentir y para exigirle a las corruptas y acomodaticias dirigencias sindicales una respuesta. Aun antes de que el tarifazo llegase a los hogares y calentaran los ánimos del pueblo, el 29 de abril una multitud como hacía años que no se veía, más de 300.000 trabajadores, acudieron al acto de las centrales sindicales y exigieron una respuesta más contundente. Después vinieron las facturas con aumentos que son, directamente, impagables. La bronca, entonces, comenzó a contagiar a las clases medias, precisamente la base electoral del gobierno. Y todas las encuestas comienzan a registrar el crecimiento y la extensión social del repudio. Hasta la Iglesia católica le hace llegar al gobierno su preocupación por una situación que considera explosiva. Los medios de comunicación aliados al gobierno registran ese mismo nerviosismo. Y, dentro del propio gobierno, comienzan a oírse voces que alertan sobre la tormenta que se cierne ante el régimen.

PASAR EL INVIERNO….

La única respuesta del gobierno es aferrarse a la ilusión de que un aluvión de capitales extranjeros, aprovechando los salarios de hambre que está imponiendo, se radique en el país y promueva empleo y crecimiento. Pero una breve mirada sobre la salud económica del capitalismo global bastaría para dar por tierra con esas expectativas. El "segundo semestre", territorio de las bonanzas prometidas por Macri, está llegando y nada augura que sea pródigo de buenas noticias. La crisis del principal socio comercial, Brasil, se encuentra en pleno desarrollo y ya se ha instalado en el propio régimen, mientras su PBI cae a niveles nunca registrados. Nada bueno puede esperarse del vecino. La economía China, otro socio privilegiado, sigue envuelta en la incertidumbre y el retroceso. La crisis internacional se está haciendo endémica y sólo se desarrollan procesos de inversión en los escasos nichos de mercado que posibilitan ganancias siderales y rápidas. Latino América toda está sacudida por problemas económicos y malestar social y político. Resulta difícil creer, con esos datos elementales a mano, que la coyuntura económica de nuestro país vaya a cambiar milagrosamente a partir de julio. Por el contrario, el paso de los días y el crecimiento del repudio y de la resistencia, la perdida de aliados (hasta Massa y los propios radicales empiezan a tomar distancia) y la persistencia de la inflación, de tasas de interés usurarias, del desempleo y la carestía transforman a esa frase –"llegar al segundo semestre"- en una reedición de la que hizo famoso a Alsogaray, "pasar el invierno". Sólo que el que aspira a pasar el invierno es el propio gobierno. Y es sabido que si bien la historia se repite, la segunda vez lo hace como una farsa trágica. El gobierno se aferra a ilusiones y pretende instalarlas en la sociedad, aun sabiendo su carácter fantástico. Lo hace con la esperanza de que el paso del tiempo consume el saqueo y tranquilice las aguas. Esta es la hora en la que hay que ganar las calles, salir al reclamo, organizar las protestas y el reagrupamiento, es la hora de enfrentar a la oligarquía y derrotar su política hambreadora y su gobierno entreguista. Es la hora de demostrarle a la oligarquía gobernante que si está allí, en el gobierno, no es por derrotas propias sino por la previsible muerte anunciada de los reformistas. El pueblo, todavía, no ha salido a la batalla. Y eso es lo que se viene y en ese momento se determinará si la oligarquía puede imponer su programa de miseria y saqueo. Y está por verse si ellos pueden pasar el invierno.

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